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dc.contributor.authorLópez, Marta Susanaes_ES
dc.date.accessioned2014-10-02T12:31:31Z
dc.date.available2014-10-02T12:31:31Z
dc.date.issued2012es_ES
dc.identifier.citationCulture of communication / Communication of culture, 2012: 517-524. ISBN: 978-84-9749-522-6es_ES
dc.identifier.isbn978-84-9749-522-6es_ES
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/2183/13350
dc.description.abstract[Resumen] El especialista los interpretará mediante la confrontación significativa de los discursos que realicen construcciones disímiles para el mismo objeto (hecho social o acontecimiento). Pero estos discursos no son necesariamente elaborados por historiadores profesionales. En una amplia gama, se advierte la presencia frecuente de reconstrucciones y reformulaciones de la historia, o bien analogías o paralelismos realizados con objetivos pragmáticos por enunciadores no especialistas. Por lo tanto, reconocemos una dimensión «historicista» en los textos (o de gran parte de ellos) que concebimos como la consecuencia dialéctica de la supresión del pasado, pero —al mismo tiempo— la conservación y superación del mismo por parte del enunciador a los efectos de satisfacer sus intenciones pragmáticas. La importancia que adquiere la función de la historia en la argumentación permite afirmar que cuando hablamos de contexto para referirnos a elementos de la situación comunicativa determinantes del discurso, no sólo debemos pensar en los simultáneos (lingüísticos, mentales, físicos o institucionales), sino también en el conocimiento de hechos pasados por parte de enunciadores y enunciatarios. Es decir, su percepción, interpretación y enunciación por parte del emisor, por un lado, y la aceptación o el rechazo (interpretación también) que de tal enunciación realice el destinatario, por el otro. La elaboración / interpretación de los discursos sociales parecen ser así el resultado del cruce de dos ejes: el del contexto sincrónico y el del contexto diacrónico que el emisor «historiador» pretende que le sea reconocido por el interpretante. Es posible que construya de este modo no sólo el significado de los acontecimientos a que se refiere, sino también su propia identidad y la del otro. La aceptación —por parte del enunciatario— de esta «pretensión de validez» (Habermas 1976) de la elaboración histórica (del enunciador) dependerá de lo que aquél considere verdadero (en relación con los acontecimientos) y coherente (en relación con los discursos anteriores, actuales y futuros del emisor). El eje de la diacronía no se limita a la conexión referencial entre el pasado y el presente, sino que se proyecta a menudo en la construcción de un futuro. Es decir, intenta esbozar un mundo posible diferente. La historia sería así no sólo el discurso constructor del acontecimiento histórico con fines científicos y académicos, sino que, al ser reformulada por diversos emisores, en diferentes contextos, se convertiría en un nuevo signo interpretante, capaz de explicar acciones y de definir actores del presente y del futuro, otorgándoles una determinada identidad, de acuerdo con la postura ideológica del enunciador.es_ES
dc.language.isospaes_ES
dc.publisherUniversidade da Coruñaes_ES
dc.titleLa función de la historia en el discursoes_ES
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/conferenceObjectes_ES
dc.rights.accessinfo:eu-repo/semantics/openAccesses_ES


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